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Abel Rodríguez

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Abel Rodríguez
Información personal
Nacimiento 1893
ciudad de Rosario,
provincia de Santa Fe,
Argentina Bandera de Argentina
Fallecimiento 6 de junio de 1961 Ver y modificar los datos en Wikidata
Buenos Aires (Argentina) Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacionalidad argentina
Información profesional
Ocupación Escritor, periodista y poeta Ver y modificar los datos en Wikidata
Género Cuentos Ver y modificar los datos en Wikidata
Miembro de Grupo de Boedo Ver y modificar los datos en Wikidata

Abel Rodríguez (Rosario, 1893[1]​ - Buenos Aires, 6 de junio de 1961)[2]​ fue un escritor, poeta y periodista argentino, integrante del Grupo Boedo ―que estuvo conformado por artistas de vanguardia de Argentina durante los años veinte―.[3][4]​ En los años cincuenta fue jefe de redacción del diario La Capital (de Rosario) y publicó varios libros.[5]

Sé que no se escribe por casualidad sino por necesidad. Apenas tendría diez años cuando ―inspirado en las andanzas de Pastor Luna, Julián Jiménez, Hormiga Negra, los hermanos Barrientos, Santos Vega y otros gauchos perseguidos― sentí en carne propia la injusticia de que eran objeto esos hombres. Hice míos sus infortunios y su coraje y me di a escribir décimas en la propia pizarra la escuela, defendiendo y loando la gesta que ellos crearon con el facón y con sus canciones. Fue entonces cuando me hice escritor [...] Según mi entender, la literatura, desde los tiempos más remotos, se ha manifestado como una necesidad del hombre. Así, considero que no tiene épocas malas o buenas, sino que se manifiesta de acuerdo con las aspiraciones del hombre, las exigencias de su tiempo y las enseñanzas de la vida.
Abel Rodríguez, reportaje en 1958[2]

Biografía

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Nació en la ciudad de Rosario (provincia de Santa Fe). Vivió en Buenos Aires y Montevideo, donde se hizo amigo del pintor santafesino Gustavo Cochet (1894-1979).[2]​ En Buenos Aires trabajó como albañil. Fue amigo del escritor y editor Elías Castelnuovo (1893-1982), quien lo introdujo en el grupo de escritores de Boedo.[6]

Cuando el grupo de Boedo comenzó a tomar forma, me di cuenta de que toda la cofradía estaba llena de proletarios. Arlt había sido gomero; Nicolás Olivari, peón de almacén; César Tiempo, repartidor de soda; Abel Rodríguez y Felipe Romito (uno de los más grandes cantantes de la Argentina), albañiles; Barletta y Ernesto Castro, estibadores en el puerto. Los que se unieron más tarde eran de la misma extracción: Portogalo, Antonio Gil y Abraham Vigo, pintores de brocha gorda, y el escultor Riganelli, tallista en una fábrica de muebles.

En 1918 regresó a Rosario, donde editó la revista literaria La Pluma.[2]

A lo largo de 1921, su amigo, el escultor Erminio Blotta (1892-1976), le pidió que fuera el modelo para realizar el busto de Dante Alighieri. El 11 de noviembre de 1921 se instaló oficialmente en el Rosedal del Parque Independencia;[7]​ y desde mayo de 1965, en el cantero central del bulevar Oroño frente a la escuela homónima, al 1160.

También dirigió el periódico Tribuna Obrera.[2]​ cuya dirección compartió con Domingo Fontanarrosa, y donde también colaboraba Antonio Robertaccio, luego director de La Tribuna.

El editor Elías Castelnuovo (1893-1982) les solicitó a dos amigos ―el escultor Erminio Blotta (1892-1976) y el escritor Abel Rodríguez― que verificaran el domicilio y la existencia de la invisible poetisa Clara Beter, que había escrito el libro de poemas Versos de una… desde una «pensión» en el barrio Pichincha (de la ciudad de Rosario). En realidad la poetisa prostituta no existía: era una creación del poeta César Tiempo. En el domicilio rosarino les informaron que allí no se alojaba ninguna tal. En sus caminatas por la zona de prostíbulos sorprendieron a una «pupila» (eufemismo por prostituta) francesa escribiendo un epitafio rimado para un hijo que acababa de perder.[8]

¡Vos sos Clara Beter! ―saltó Abel Rodríguez, tomándola por los hombros e intentando besarla, a los gritos de ―¡Hermana, hermana, venimos a salvarte!

En 1930, la editorial Claridad publicó su primer libro de relatos, Los bestias.[2]

En 1944, el Círculo de Prensa de Rosario publicó su antología de cuentos La barranca y el río,[1][9]​ que sería premiada por la Municipalidad de Buenos Aires.[10]

Con Camalotes en el río obtuvo el premio municipal de narrativa Manuel Musto.[2]

Fue colaborador de la revista Bohemia.[2]

Más tarde Rodríguez fue redactor cultural del diario La Capital (de Rosario),[11]​ donde alcanzó el puesto de subsecretario de redacción.[2]

Falleció en Buenos Aires el 6 de junio de 1961,[2]​ a los 67 o 68 años.

Legado

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Su nieto es Abel Rodríguez, psicólogo, escritor y poeta rosarino.[5][12]


En mi familia ―como suele suceder a veces― no hubo continuidad en la transmisión de datos de una generación a otra, a pesar de que durante más de 30 años, mi padre ―también llamado Abel Rodríguez― fue jefe de la sección Espectáculos del mismo diario. Por eso, nunca me enteré de que mi abuelo había sido amigo del escultor (rosarino de origen calabrés) Erminio Blotta, cuya imagen puede observarse en la foto que encontré.

Según me contaron familiares del artista, mi abuelo le había servido de modelo a su amigo Blotta, para que esculpiera el busto de Dante Alighieri. Por esa razón, en la foto posaban uno a cada lado de la obra terminada. Como contrapartida y en agradecimiento a su amigo, Erminio había agregado una letra “H” inicial a su nombre, españolizándolo.
Abel Rodríguez, nieto del escritor[5]

Referencias

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  1. a b «Puerto (2)» Archivado el 9 de febrero de 2015 en Wayback Machine., fragmento (entre las páginas 114 y 116) del cuento «Carbón», publicado en la revista Rosario Ilustrada. Rosario (Argentina): Editorial Municipal de Rosario, 2004.
    El cuento pertenece al libro de Abel Rodríguez La barranca y el río (Rosario: Círculo de Prensa de Rosario, 1944).
    En la página 116 presenta datos biográficos de Abel Rodríguez.
  2. a b c d e f g h i j «Abel Rodríguez: “Se escribe por necesidad”», artículo biográfico del 1 de abril de 2001 en el sitio web del diario La Capital.
  3. «Personajes de Boedo», subtítulo en el artículo «César Tiempo: reseña biográfica, brochazos y obras», publicado el 26 de febrero de 2010 en el sitio web Literatura Rioplatense.
    «¡Vos sos Clara Beter!», saltó Abel Rodríguez, tomando por los hombros a una mujer rubia que esperaba a sus clientes en una esquina e inmediatamente quiso besarla, a los gritos de «¡Hermana, venimos a salvarte!». Tuvo que intervenir la policía de Sunchales para calmarlo.
  4. Prieto, Martín (2011): Breve historia de la literatura argentina. Buenos Aires: Taurus, 2011.
  5. a b c Bonato, Claudia (2014): «Enigmático: la foto menos pensada», artículo del 18 de octubre de 2014 en el sitio web Rosario3.
    Descubrió el retrato de su abuelo posando junto a un busto de El Dante y «un extraño» con sombrero. Lo subió a Facebook y el misterio terminó. La familia del escultor calabrés Erminio Blotta lo reconoció y contó una curiosa historia que une a ambos hombres con Alighieri, en escenario rosarino.
  6. a b «Castelnuovo: Sombras suele vestir», artículo sin fecha, publicado en el sitio web Mágicas Ruinas.
  7. La Capital de Rosario, 15 de abril de 1961 3ª sección
  8. a b «César Tiempo: Clara Beter», fragmento del libro De Clara Beter y otras fatamorganas, de César Tiempo (Buenos Aires: Peña Lillo Editor, 1974).
    Menciona que Abel Rodríguez fue autor de Las bestias.
  9. «El pescador y el cuentista», relato de La barranca y el río, libro de Abel Rodríguez que fue publicado por el Círculo de la Prensa de Rosario, en 1944. Este relato apareció publicado el 1 de abril de 2001 en el sitio web del diario La Capital.
  10. Gualino, Arnoldo (1998): «Historia del arte en Rosario», artículo de 1998 en el sitio web de Arnoldo Gualino. Presenta una lista de asistentes intelectuales a los centros de reuniones de la bohemia rosarina.
  11. «Stefan Zweig en la Librería y Editorial Ruiz», artículo del 7 de diciembre de 2013 en el sitio web Baltasara Editora.
  12. Texto escrito por Abel Rodríguez, nieto del poeta:
    El Dante Rodríguez Blotta

    Sin ninguna boya encendida en las aguas del pasado. Habiendo renunciado a la búsqueda de lazos con la herencia merecida.

    Navegando en la abundancia de otros ríos. Apenas abierta la mañana, se asoma Agustín, sin temor a las olas que arrastran palabras por los desiertos del sentido.

    Casi sin consciencia, va despertando animales orilleros sin nombre que esta ciudad olvidó; como nos va a olvidar a cada uno. Y que la muerte, prolija, los fue atendiendo más temprano que tarde. Escondiéndolos en una foto o abandonándolos para siempre en el silencio de algún cuento o de su historia familiar que quizá nadie vuelva a leer. Sus merecimientos y el azar los fueron ubicando sin clemencia.

    Confieso que si no hubiera estado bien agarrado a la boca azul de mi virgen sablista, disfrutando el perfume cerca de su tallo; y a nuestras hadas sonrientes y pelionas que le disputan la alegría a la alegría, hubiera sido difícil soportar el envión y no ser arrastrado.

    Cuenta la historia, que como todo cuento pinta los hechos con los colores del mito, que cien años atrás dos jóvenes anarquistas, obreros y sensibles compartieron amistad con la bohemia y la intelectualidad local en un “clan” de próceres de rebeliones ínfimas.

    Suenan extraños apellidos. Sobre todo para mí que los desconozco y que siempre esperé un mensaje más allá de los genes. Además de estos dos, Aguilar, Caggiano, Cochet, Minturn Zerva, Lenzoni, Ouvrard, Sartori. Parecieran sólo hombres que, como a todos, el corazón les latió en un lugar imposible.

    De los dos amigos, el primero fue escultor y vistió con caricias esta desnuda ciudad portuaria, desparramando con generosidad monumentos, estatuas y bustos. El segundo fue poeta y periodista y dejó algunos libros en los que pintó cuentos con el horror del hambre y la locura cotidiana.

    Ambos, arrobados por algunas cinturas imposibles, acercaron sus orígenes. El primero agregó una hache y españolizo su nombre de origen italiano. El segundo le prestó su imagen española al amigo para que, con el mármol, forjara la estatua del sumo poeta italiano.

    El primero fue el escultor (H)Erminio Blotta, el segundo el poeta (Avelino) Abel Rodríguez.

    Al primero, además de agradecerle su obra, debo agradecerle acercarme la imagen de este otro Abel, de este otro poeta, mi abuelo.

    No sé mucho más de ellos.

    En cuanto al segundo que jamás me hizo un guiño cada vez que bareé mi ignorancia en las cercanías de su imagen de Carrara debo decir que, a pesar de estos largos cincuenta años, no va a tener que esperar mucho más porque, por primera vez una mañana de éstas, nos vamos a ver cara a cara.

    Ahora, las tormentas que tengo para contarle, como caballeros, serán desatadas en la intimidad de una mañana del Boulevard Oroño.

    Solos, con los pájaros.

    — Con (H)Erminio Blotta y (Avelino) Abel Rodríguez

Enlaces externos

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  • Fotografía que muestra al escritor austríaco Stefan Zweig (1881-1942) firmando sus obras en la librería y editorial Ruiz (de Rosario). Detrás, Laudelino Ruiz (mirando a la cámara, con dos libros en la mano). A su izquierda, Abel Rodríguez (escritor, poeta y redactor cultural del diario La Capital, de traje rayado). Entre ambos, Alfredo Cahn (periodista suizoalemán, traductor de Zweig).